El amoniaco es un producto de limpieza muy valorado, dada su gran capacidad de quitar manchas, en particular las manchas de grasa y otras rebeldes, como las de zumo o sangre. Además, es muy efectivo para limpiar alfombras y moquetas. Se debe evitar su inhalación, ya que causa irritación de ojos y garganta, y también hay que impedir el contacto directo con la piel. En grandes cantidades, puede ocasionar problemas graves, e incluso, la muerte.
El amoniaco, valioso aliado en la limpieza
El amoniaco es un producto muy utilizado en la limpieza y desinfección del hogar. El motivo de este uso es su enorme capacidad para eliminar manchas difíciles, sobre todo, de grasa. Esto lo convierte en un valioso aliado en el momento de limpiar superficies como azulejos, cristales, filtros de campanas extractoras, etc. Por otra parte, el amoniaco también actúa sobre tejidos como moquetas y alfombras, permite suprimir las huellas de los dedos sobre el mobiliario, así como manchas de zumo y sangre.
Incluso es útil para tareas de pintura, ya que sirve para quitar el brillo al barniz y a la cera y, por lo tanto, se puede usar como removedor de esas sustancias. Hay que tener en cuenta que, antes de dar una mano de pintura o de laca a una superficie de madera ya pintada, hay que decaparla, es decir, quitar la pintura antigua. En estos casos, el amoniaco también puede ser útil.
El amoniaco es un compuesto químico -también llamado trihidruro de nitrógeno o gas de amonio-, cuya fórmula se representa en términos químicos como NH3: un átomo de nitrógeno y tres de hidrógeno por cada molécula. Su olor es muy fuerte, característico, pero en los productos elaborados sobre la base de amoniaco que se comercializan hoy en día se añaden perfumes especiales que aminoran el rasgo original y hacen más cómodo su empleo.
Además, el amoniaco destaca por varias características positivas: su alta solubilidad en el agua, la facilidad con que se degrada en la naturaleza y su capacidad como nutriente para plantas y árboles, gracias a la cual también se emplea en la industria como base para la producción de fertilizantes.
Riesgos del amoniaco
El uso del amoniaco conlleva algunos riesgos. Por ello, hay que manejarlo con cuidado y precaución cuando se emplea en la limpieza y cerrar bien el recipiente que lo contiene al guardarlo. Por supuesto -este consejo vale para todos los productos de higiene del hogar-, hay que dejarlo lejos del alcance de niños pequeños.
Pese a que se comercializa en forma líquida, el estado natural del amoniaco a temperatura ambiente es el gaseoso. De ahí que el líquido desprenda gas. Su inhalación puede ocasionar irritación de ojos y garganta, daño en las vías respiratorias e inflamación de los pulmones, además de cefaleas y un aumento en la tensión sanguínea. En grandes cantidades -más de 5.000 ppm (partes por millón) en el ambiente-, puede derivar en un edema pulmonar, e incluso, en la muerte.
Por otra parte, el contacto del amoniaco con la piel -tanto en estado gaseoso como en líquido poco diluido- puede causar irritación (más si la piel estaba húmeda antes de entrar en contacto con la sustancia), quemaduras y ampollas si la concentración en el ambiente excede 300 ppm.
Si bien su ingestión resulta poco probable, conviene saber que sus efectos también son muy nocivos: la destrucción de la mucosa gástrica. Esto acarrearía múltiples problemas digestivos, con posibles resultados fatales.
Consejos para el uso del amoniaco
Más allá de los riesgos mencionados, tampoco se debe caer en temores excesivos ante la manipulación y el uso del amoniaco. La clave radica en diluirlo de manera correcta y, desde luego, no excederse en las cantidades. La mezcla adecuada estaría compuesta por agua, el líquido correspondiente a la superficie que se desee limpiar (específicos para la vajilla, el suelo, etc.) y un chorrito de amoniaco. Tal combinación garantizará una limpieza efectiva.
Conviene que en el momento de limpiar el ambiente esté ventilado, para evitar la posibilidad de que el aire quede enrarecido y, además, para lograr que el olor intenso se disipe cuanto antes. Con el fin de paliar el efecto del olor, y para extremar las precauciones, se puede usar también una mascarilla mientras se limpia con amoniaco, además de los guantes de látex, siempre recomendables para cuidar la piel.
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